ETICA DIGITAL

ENTRE RES PRIVATA Y RES PUBLICA


Rafael Capurro


 
 
     
Prólogo publicado en la obra Digitale Ethik editada por Petra Grimm, Kai Erik Trost y Oliver Zöllner. Editorial Nomos, Baden-Baden 2024, pp. 17-24.
Serie: NomosHandbuch.
ISBN: 978-3-7560-1120-9

Traductor: Maximiliano Rodríguez Fleitas
 

     

Norbert Wiener (1894-1964) y Joseph Weizenbaum (1923-2008) son considerados pioneros de lo que hoy se denomina ética digital (Wiener, 1950; Weizenbaum,1976). El término ética digital lo escuché por primera vez en 2009, cuando la Academia de Estudios Coreanos me pidió que escribiese una ponencia con este título para el Foro Global sobre Civilización y Paz (Capurro, 2010a). Otros términos con significados parcialmente coincidentes son: ética de la información, ética informática, ciber ética, ética de las redes o ética de los medios. Recientemente, a partir del trabajo preliminar de Stalter sobre la cultura de la digitalidad (2016), también se ha impuesto el término ética de la digitalidad (Noller, 2022). Entiendo digitalidad como un horizonte epocal de comprensión y acción digital al que llamo ontología digital (Capurro 2010b, 2017). La bibliografía del International Center for Information Ethics (ICIE), fundado por mí en 1999 y alojado en el ZKM Karlsruhe (Centro de Arte y Medios), registró aproximadamente 700 monografías en el ámbito de la ética de la información y áreas afines publicadas entre 1976 y 2016 (ICIE, 2025). El ICIE tuvo su sede en la Universidad de Alberta (Canadá) desde 2018 hasta 2022, y a partir de ese año se trasladó al IBICT (Instituto Brasileiro de Informação em Ciência e Tecnologia), en Río de Janeiro.

1. Ética y moral

Las normas y valores de una sociedad forman lo que se llama, siguiendo el origen latino de la palabra, moral (lat. mos, pl. mores). La ética es la problematización de la moral. La tarea de la ética digital es problematizar las normas y valores que constituyen los fundamentos y fenómenos asociados a la digitalidad. Analiza lo que se ha vuelto problemático. La distinción entre ética y moral es fundamental si queremos evitar un quid pro quo, es decir, un malentendido fundamental que se produce con frecuencia en los discursos actuales sobre los medios de comunicación. Niklas Luhmann habla de la ética como una teoría reflexiva de la moralidad haciendo referencia a la distinción aristotélica entre ethos (carácter, costumbre) y philosophia ethiké (ética como disciplina filosófica) (Luhmann, 1996, pp. 319-320) y considera que «quizá la tarea más urgente de la ética sea advertir sobre la moralidad» (Luhmann, 1990, p. 41).

Una problematización ética de la digitalidad se basa en la diferencia entre ser-quién y ser-qué (Capurro, Eldred, Nagel, 2013). Esta diferencia amenaza con perderse si el ser-quién solo se entiende desde la perspectiva del ser-qué como resultado de la cosificación digital. Immanuel Kant (1974) entendió la diferencia ética de tal modo que el ser humano tiene «no solo un valor relativo, es decir, un precio, sino un valor intrínseco, es decir, dignidad». El hombre como «ser racional» es:

un fin en sí mismo y por ello mismo como legislador en el reino de los fines, respecto a todas las leyes naturales como libre, obedeciendo sólo a aquellas que él mismo se da y según las cuales sus máximas pueden pertenecer a una legislación general (a la que al mismo tiempo se somete) (Kant, 1974, pp. 77-78).

«La autonomía», continúa, «es así el fundamento del devenir de la naturaleza humana y de toda naturaleza racional» (Kant, 1974, pp. 77-78). Aunque la Fundamentación de la metafísica de las costumbres de Kant, que se basa en el dualismo entre el reino sensible de la naturaleza y el reino de los fines suprasensible, es problemática, hay que señalar que el hombre como ser autónomo no está más «meramente» sujeto a las leyes de la naturaleza que a las leyes de la economía o de la técnica. Para Kant, la fuerza del juicio, cuyo centro es la fuerza de la imaginación, representa el vínculo entre la razón pura o reflexiva y la razón práctica. Mediante el poder de la imaginación podemos trascender nuestros horizontes de comprensión y acción para formarnos una nueva comprensión del mundo. Esta posibilidad de trascendernos a nosotros mismos, de autotrascendernos, de relacionarnos con algo distinto de nuestra propia persona, constituye la libertad y el devenir del ser-en-el-mundo del hombre. La orientación de la ética en relación con la autonomía de la razón no implica que debamos concebirnos como «psique-cápsulas» (Boss, 1975, p. 237) separadas del llamado mundo exterior, sino que podemos experimentar las mismas cosas de un mundo común en cooperación con otras personas y para ellas. Hannah Arendt (1983) escribe:

La inconfundible singularidad de quién-es-uno, que se manifiesta de forma tan tangible en el habla y la acción, elude cualquier intento de expresarla claramente en palabras. En cuanto intentamos decir quién es alguien, empezamos a describir características que ese alguien comparte con otros y que no le pertenecen en su unicidad (p. 171).

2. Homo digitalis

Una tarea central de la ética digital es problematizar la digitalidad a partir de aquello que omite o excluye, en la medida en que, como horizonte digital universal de comprensión y acción, solo capta la relación entre los seres humanos y el mundo desde la perspectiva de la digitalización. La otra cara de la digitalidad, la materialidad, corre siempre el riesgo de desaparecer, aunque el soporte físico sea una condición sine qua non de la digitalidad. La ética digital, la bioética y, por último, la ética ecológica, por citar solo estos tres ámbitos de la ética, están estrechamente vinculadas. El tratamiento de los residuos electrónicos, por ejemplo, afecta a la sostenibilidad de la sociedad digital, así como a cuestiones de justicia, por ejemplo, cuando se trata de exportaciones al llamado tercer mundo. La naturaleza y todas las cosas naturales y artificiales, digitales y no digitales, que son remodeladas o creadas de nuevo por los seres humanos, tienen cada una su propio estatus único si se entienden desde la perspectiva de una autotrascendencia que se lleva a cabo entre los seres humanos y el mundo compartido, pero no solo en relación con ellos, esto es, antropocéntrica o humanísticamente. Esto hace posible también que puedan entenderse la naturaleza, las cosas y los seres humanos mismos como algo más que meras mercancías con valor de cambio. Por eso es importante problematizar éticamente la autoimagen actualmente imperante del hombre como homo digitalis y su relación entre sí, con la naturaleza y las cosas (Capurro, 2017).

3. Enseñanza e investigación

La enseñanza y la investigación en el ámbito de la ética digital están a la orden del día. En un mundo globalizado, la ética digital no solo tiene una dimensión universal, sino también intercultural (Capurro, 2008, 2016). El objetivo principal no es una mera apelación moral ni la elaboración de códigos y reglamentos éticos. Estos últimos son códigos morales, fijaciones preliminares al final de una reflexión ética inconclusa (Ladd, 1985). La ética digital no debe imaginar ni presumir que posee un conocimiento especializado que, como tal, confiera al experto una autoridad moral de interpretación. Los conocimientos de los autoproclamados expertos morales son especialmente problemáticos porque ninguna reflexión ética puede sustituir a la propia conciencia moral. La investigación y la enseñanza también son insustituibles en este ámbito cuando se trata de desarrollar análisis críticos bien fundados que acompañen y subyazcan al respectivo proceso de toma de decisiones individuales o sociales. Sin embargo, esto a su vez no exime a los implicados de su responsabilidad personal y del riesgo de cualquier decisión. La reflexión ética metódica pretende dotar a las acciones y a los actores de una amplitud y profundidad que siempre sigue siendo problemática y pretende contribuir a la justificación de las decisiones. Las normas y los valores no se encuentran en un paraíso suprasensible, sino que deben reflejarse y aplicarse contextualmente en cada caso, incluso y sobre todo cuando están codificados (Nissenbaum, 2010). La investigación y la enseñanza deben ser llevadas a cabo por la sociedad en su conjunto y no por cuenta de empresas privadas, aunque estas puedan contribuir a la problematización de la digitalidad en el marco de sus objetivos y al servicio de la sociedad —en el sentido de la responsabilidad social corporativa—.

El asesoramiento ético en el marco de las instituciones políticas tiene un sentido especial. Los miembros de los consejos de ética de los organismos políticos no deben ser nombrados como representantes de partidos políticos o como grupos de presión de intereses particulares, sino únicamente en función de sus cualificaciones profesionales en el ámbito respectivo de la ética (Capurro, 2010c). Las instituciones públicas que tienen una responsabilidad especial en materia digital deben crear consejos de ética.

4. Inteligencias digitales

La problematización ética de la inteligencia artificial (IA) o, como yo prefiero decir, de las inteligencias artificiales (en plural), en la actualidad está en boca de todos, concretamente, en todos los medios de comunicación. Esto da a veces la impresión de que la ética y la IA son un tema totalmente nuevo. Sin embargo, este debate se lleva produciendo desde mediados del siglo pasado (véase Capurro 2020). El término inteligencia artificial se utilizó por primera vez en un taller celebrado en el Dartmouth College en 1956, al que asistieron Allen Newell, Herbert Simon, John McCarthy, Marvin Minsky y Arthur Samuel (McCorduck, 1979). Una posible razón para el uso del singular fue probablemente que en aquella época solo existía el ordenador (Coy, 2020). Con la aparición de Internet y la interconexión global de cosas de todo tipo —Internet de las cosas—, ahora parece apropiado utilizar este término en plural.

El informático estadounidense Donald Knuth comenzó a publicar en 1968 su obra de referencia The Art of Computer Programming, cuyo eje central es el concepto de algoritmo. Un algoritmo es algo así como una receta para resolver un problema específico con las siguientes propiedades: finitud, definición, entrada, salida, efectividad —«finiteness, definiteness, input, output, effectiveness» (Knuth, 1968, 1969, 1973, como se citó en Ziegenbalg, 1996, p. 23)—. A principios de la década de 1990, la Asociación de Ingenieros Alemanes (VDI por sus siglas en alemán) formó un grupo de reflexión interdisciplinar que se centró en el tema de la «Inteligencia Artificial: Principios rectores y responsabilidad» (Capurro, Seetzen, 1992). Treinta años después, los algoritmos se utilizan en todos los ámbitos de la vida social. Desde el principio se entrelazan con normas y valores culturales, lo que hace necesaria una reflexión ética, jurídica y política, así como una aplicación práctica (Capurro, 2019a). Las inteligencias artificiales han pasado a formar parte del mundo físico en forma de robots. Esta es una de las razones por las que el campo de la ética robótica se ha convertido en un punto focal de la ética digital (Tzafestas, 2016).

Es importante prestar atención a la diferencia ética entre ser-quién y ser-qué, tanto en el desarrollo como en la aplicación y el uso de la inteligencia artificial (Capurro, 2019b). Las máquinas inteligentes no tienen moralidad y son incapaces de problematizarse éticamente, a menos que se transformen en filósofos socráticos (Lem, 1984). La moralidad de las máquinas debe entenderse siempre en el sentido del genitivus obiectivus. Somos nosotros, desarrolladores y usuarios, quienes les imprimimos nuestras normas y valores morales de forma digitalmente reificada. Quién paga por los daños que causan debe aclararse jurídicamente.

5. Res publica digitalis

La digitalidad es hoy la perspectiva dominante sobre el mundo y sobre nosotros mismos. Establecerla como un absoluto y entender la vida solo como onlife conduce a diversas formas de decadencia en la vida cotidiana y en la organización de la comunidad política (Capurro, 2015, 2018). El debate ético, jurídico y político sobre la brecha digital ha acompañado el desarrollo de internet durante los últimos quince años (Scheule et al., 2004). Nuevas formas de desigualdad y nuevos conceptos para superarlas han surgido desde la Cumbre Mundial sobre la Sociedad de la Información (CMSI), que tuvo lugar bajo los auspicios de las Naciones Unidas en Ginebra en 2003 y en Túnez en 2005. Observo un reto político importante en no dejar el campo de la comunicación digital predominantemente o incluso únicamente en manos del sector privado. Desde este punto de vista, el Estado solo es responsable de la infraestructura y la legislación, lo que ha dado lugar a un poder sin precedentes de algunas empresas tecnológicas. Estas han desarrollado recientemente una llamativa preferencia por la ética —o al menos por el término como etiqueta—, probablemente con el objetivo de poder establecer sus propias normas y valores para depender menos de la normalización estatal (Graff, 2020). Por el contrario, el sector público debe crear servicios públicos de comunicación digital en los que los usuarios puedan estar razonablemente seguros de que sus datos no se utilizan solo con fines lucrativos o como conjuntos de datos de entrenamiento para la inteligencia artificial. Sin embargo, esto también significa prestar atención a las posibilidades y límites legales de la acción estatal en el sector de las comunicaciones en lo que respecta a las posibilidades de vigilancia. En este contexto, considero que la finalidad de portales como Netzpolitik.org es la vigilancia crítica.

6. ¿Qué se deduce de ello?

La ética digital se ve a sí misma como una ética política cuando se trata de problematizar la digitalidad de la res publica y la res privata y su relación. No es posible determinar de antemano y de una vez por todas qué significa esto para la configuración de la sociedad civil, es decir, para pensar y reflexionar sobre los futuros digitales en la vida de cada individuo y en la vida social, qué formas de vida auténtica y qué formas de decadencia de (no) ser uno mismo están ya abiertas o siguen ocultas en la interacción digital con los demás en un mundo compartido. Es una tarea que no solo concierne a una disciplina académica, sino que debe problematizarse en el ethos o modo de ser cotidiano de las personas en la tensión entre digitalidad y materialidad (Capurro, 1995). En este sentido, deseo a este manual de ética digital el mayor de los éxitos y una amplia difusión y recepción.


Referencias bibliográficas

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Ultima actualización: 25 de abril  de 2025

 

 
     

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