ENTREVISTA

de Bruno Lara a Rafael Capurro

07/10/2014

Versión en portugués

 



¿Es posible definir una ética contemporânea de la información? ¿En qué se basa?

Si entendemos por ética, con Michel Foucault, la problematización de la moral es decir de las normas, valores y costumbres (en latín: mores), podemos definir una ética contemporánea de la información como la problematización de las morales comunicacionales, es decir de las reglas comunicacionales explícitas o implícitas en diversas sociedades así como a nivel internacional. Estas normas morales están  en parte sancionadas por leyes nacionales así como por acuerdos y declaraciones internacionales generadas en parte en la época pre-digital. La red digital global e interactiva crea nuevas formas de comunicación e información en todos los ámbitos de la sociedad con nuevas reglas y nuevos valores que a menudo entran en conflicto con los sistemas morales y legales de la época pre-digital.

Es por esto que una reflexión crítica de las mismas, tanto a nivel local como global, es imprescindible si queremos evitar que rija la ley del más fuerte o simplemente la mera costumbre. Por otro lado, una ética contemporánea de la información tiene que plantearse los desafíos relacionados con la digitalización no sólo en el área de la comunicación sino también en todas las áreas de la acción humana. Finalmente, si no reducimos la información y la comunicación al medio digital sino que abarcamos también otros medios y épocas, la ética de la información contemporánea tiene que basarse en una reflexión histórica crítica, a fin de permitirnos reconocer y relativizar las cegueras y obsesiones de las sociedades de la información contemporáneas.


Usted ha mostrado que según el concepto filosófico clásico y metafísico, la información puede ser entendida como formar un espíritu. Sobre todo en la época contemporánea, ¿es posible identificar de qué espíritu se trata o al menos la tendencia de su formación, dada la pluralidad socio-cultural de nuestros días?

El término latino informatio en el sentido de dar forma a algo se usaba ya en la antigüedad clásica así como en la filosofía medieval no sólo en el sentido de dar forma al espíritu o al carácter de un individuo sino también a las costumbres y normas de una sociedad (informatio morum). Ambos sentidos de la ética clásica de la información están basados en una epistemología según la cual el conocimiento es un proceso de formar los sentidos (informatio sensus) y la razón (informatio intellectus). Los filósofos y teólogos medievales como Tomás de Aquino, distinguían además a nivel ontológico entre creatio, o sea la creación del mundo por un dios trascendente, e informatio, o sea el proceso de 'in-formación' de un sustrato ya existente (informatio materiae). Informatio es una traducción latina de problemas planteados por la ontología y la epistemología griegas, en especial por Platón y Aristóteles pero también por el neoplatonismo y la filosofía helenística. Forma es el pretendido equivalente a conceptos filosóficos claves como eidos, idéa, morphé y typos. Toda traducción abre nuevas perspectivas pero oscurece ineludiblemente matices y contextos originales. Ver sobre esto las contribuciones aqui.

La pluralidad socio-cultural se daba por tanto también en otras épocas. Es interesante investigar cómo los conceptos y las teorías griegas se fueron traduciendo, trasmitiendo y transformando en las culturas persas, árabes y judías medievales (ver aquí) y a través de, por ejemplo, la escuela de traductores de Toledo o de pensadores como Averroes (Córdoba 1126 – Marrakech 1198) o Maimónides (Córdoba 1138 – 1204 Egipto). Ver el capítulo 3 de mi tesis (en alemán), págs. 114ss, o el texto en castellano.

La situación actual de una pluralidad de culturas que interactúan en la red digital tiene la potencialidad de crear una nueva forma de universalidad ética pluralista a la que alude la pregunta ¿de qué espíritu se trata? Es, creo, un espíritu plural o, por decirlo en términos menos paradójicos, de una nueva forma en que los espíritus que, también siguiendo la tradición metafísica occidental, son siempre, en tanto humanos, espíritus o intelectos encarnados y contingentes, interaccionan en el mundo digital. Pero el mundo digital se va entretrejiendo o enredando cada vez más íntimamente con el mundo físico llevando al ‘Internet de las cosas' que es siempre también una Internet de las personas con sus condicionamientos históricos, geográficos, políticos etc.

La red digital y con ella las posibles formas de existir en el siglo XXI se pueden pensar no sólo en forma superficial, es decir como una lámina artificial digital que cubre al mundo físico, sino también en profundidad, es decir descubriendo quiénes son los actores humanos y de qué forma su autocomprensión o ‘quiensidad’ (sobre este término ver aquí) se redefinen en forma contingente en base a su interacción con los otros, tanto en el mundo físico como en el mundo digital. Las formas, valores y normas de interacción y reconocimiento son objeto de la reflexión ética desde la antigüedad. Ellas varían también en la era digital entre posibilidades de, por ejemplo, aprecio o desprecio, odio o indiferencia, tanto a nivel individual como social.

Visto así, el espíritu del siglo XXI materializado no sólo física- sino también digitalmente puede ser pensado desde las posibilidades de interacción de la red en cuanto que ésta abre perspectivas nuevas de ser-con-otros que antes eran posibles sólo para una minoría. Este cambio global a gran escala de posibles encuentros y desencuentros humanos se viene dando en especial desde el siglo XIX con las perspectivas de viajar por el mundo gracias a los medios de transporte modernos, especialmente el auto y el avión. Pero, a diferencia de estos últimos, la red permite a una mayor cantidad de personas  comunicarse con otros sin tener que dejar su localidad y en forma económicamente accesible. Sin embargo, así como en el caso de los medios de transporte de masas, estas nuevas posibilidades no significan de por sí que se dé un diálogo y una comprensión mutua intercultural en profundidad, sino que a menudo ocurre todo lo contrario.

 

¿Cómo impactan la multiplicidad y las dinámicas socioculturales en los procesos de legitimación de información?

Los procesos de legitimación informacional y comunicacional tienen lugar, por un lado, desde una perspectiva top-down, es decir, desde agentes políticos e institucionales, incluyendo las reglas de facto creadas por los grandes monopolios digitales como Facebook o Google. La sociedad civil va tomando conciencia de su responsabilidad y de la necesidad de participar más activamente en la ‘in-formación’ de las sociedades digitales del siglo XXI. Esta perspectiva bottom-up tiene lugar en diferentes foros e iniciativas así como en declaraciones regionales o globales y en actividades políticas a todo nivel. La Cumbre mundial de la sociedad de la información, que tuvo lugar hace diez años en Túnez y Ginebra, ha contribuido también a crear un dinamismo entre el poder político, los agentes económicos y la sociedad civil en vistas a  formas de gobernabilidad de la red basadas en reglas de juego limpio.

Pero no debemos olvidar, por otro lado, que los intereses políticos y económicos ponen límites y condiciones a dicha legitimación como se puede ver claramente en el caso de la NSA y de las actividades de los grandes monopolios digitales que se rigen por intereses políticos o de ganancia económica en el marco de leyes nacionales entrando a menudo en conflicto con principios y valores de otras naciones o incluso con tratados internacionales.

 

¿Cómo afectan los conceptos de estudios de vanguardia, como los de la física cuántica, a la comprensión y a la noción de información?

Creo que podemos partir del hecho de que existen diversas nociones y teorías de la información, entre ellas las relacionadas a las ciencias naturales. La discusión en este contexto comenzó en Viena hace unos quince años (Ver aquí así como aquí) sin olvidar los debates iniciados en el siglo XIX (Ver aquí) El físico y filósofo Carl Friedrich von Weizsäcker formuló un concepto de información relacionado tanto con los fenómenos físicos como con los biológicos y sociales. Su teoría cuántica de la información ha sido luego desarrollada por el físico Holger Lyre (Ver la fuente recién mencionada).

Lo importante es ver la pluralidad de teorías de la información como algo positivo y característico de nuestra época retomando el concepto de Wittgenstein sobre los “juegos del lenguaje” y viendo en qué forma se condicionan, influyen, incluyen y/o excluyen mutuamente. Esto es un relativismo en el sentido original de la palabra, es decir un tomar conciencia de diversos tipos de relaciones entre las teorías científicas tanto en las ciencias humanas como en las  naturales, sin perder de vista los usos de este concepto en la vida diaria incluyendo su historia en diferentes lenguas y culturas. Todo esto sin caer en el error de todos los ‘-ismos’, es decir, sin absolutizar dicha pluralidad pero tampoco sin intentar reducirla a un supuesto sentido originario o tomando uno de los posibles sentidos como el único válido. Este debate ha sido llamado por dos colegas vieneses, Peter Fleissner y Wolfgang Hofkirchner, "el trilema de Capurro". (Ver aquí) 

 

¿Qué significado tiene la libertad socio-humana en el mundo tecnológico y digital?

Estando recién al comienzo de la era digital es difícil contestar esta pregunta ya que el marco histórico dentro del cual la libertad en su dimensión política (liberty en inglés) pero también en su dimensión individual (freedom) recién se está formando y transformando. Si entendemos por libertad el juego de una multitud de seres humanos conscientes de su contingencia y de su capacidad de dar diferentes respuestas a posibles formas de vida en común en un mundo compartido, entonces es claro que dicho juego con sus reglas limpias y sucias está condicionado por pasados y futuros individuales y colectivos. Como en todo juego, hay siempre movimientos imprevistos o imprevisibles que exigen un espíritu abierto y atento para percibirlos y con-vivirlos. Esta dimensión de imprevisibilidad es propia, por lo que sabemos, del existir humano en un mundo común abierto espacio-temporalmente en forma tri-dimensional (pasado, presente, futuro).

En el plano económico estamos viviendo la incapacidad de las ciencias económicas para percibir esta dimensión de imprevisibilidad basada en las características espacio-temporales del existir humano. En lugar de ello, dichas ciencias operan todavía en su mayoría en base a una visión ideal del homo oeconomicus así como a una fe en los métodos cuantitativos capaces aparentemente de predecir el futuro de las relaciones, intereses y deseos sociales, es decir, de la libertad. De aquí surge el interés por la acumulación masiva y global de datos digitales (Big Data). Este deseo de un saber absoluto digital tiene raíces teológicas. Ya la concepción teológica de la providencia divina aparecía en contradicción con la libertad contingente humana. En el caso de un poder del saber digital aparentemente absoluto el conflicto se vuelve real y la libertad humana aparece en su fragilidad a todo nivel de la vida política, económica y social. La tarea de pensar estos cambios es ineludible si queremos ser responsables de nuestras vidas.


¿Cuál es el grado de libertad humana en los procesos de producción y circulación de la información, así como en las (in) formaciones de las personas?

Los sistemas de vigilancia en el mundo digital y en el mundo físico crecen día a día y tienen aspectos tanto opresores como liberadores. En muchos casos estos sistemas aspiran a dar mayor seguridad individual y social a menudo a costa de libertades individuales. Esto es en muchos casos difícil de legitimizar en sociedades democráticas. Así como la democracia moderna cambió con los medios de comunicación de masas en el siglo XX, así también la red digital interactiva global está cambiando los modos de acción y de reflexión política y legal.

La red digital es un medio global interactivo diferente a los medios de comunicación de masas con su estructura jerárquica de uno-a-muchos, aunque esta oposición no sea actualmente tan pronunciada como lo fue al comienzo de Internet. Además de esto, en los últimos años se han creado monopolios y centros de poder que cuestionan el carácter originariamente utópico-democrático de Internet y lo hacen aparecer como una distopía. Esto se ve claramente en formas insólitas de vigilancia individual y global en la confluencia del mundo físico como el mundo digital. La sociedad de masas de comienzos del siglo XX tematizada por José Ortega y Gasset en su obra "La rebelión de las masas" (1929), se ha transformado en una masa de datos digitales individualizados o individualizables que 'in-forman' al mundo físico.

Estamos pasando de una utopía a una distopía social digital sin ver claramente cuales son los mecanismos políticos y los ejercicios éticos individuales y sociales propios a una “antropotécnica” (Ver Peter Sloterdijk: Has de cambiar tu vida, 2012) que nos permitirían poder tomar una cierta distancia existencial individual y social de los condicionamientos digitales actuales. Sólo así podríamos en parte protegernos de aquellos que con buenas o malas intenciones se apoderan de nuestros datos sin y muchas veces, paradójicamente, con nuestro consentimiento el cual se rige por el deseo de querer comunicar todo a todos en todo momento. Esto último es algo así como el imperativo ético de la era digital que subyace como moral a las redes sociales digitales y forma parte esencial de su negocio. Cuestionar dicha moral es un peligro tanto para los poderes políticos como económicos en la era digital. La dimensión de la privacidad y su correlato, lo público, no es algo obsoleto perteneciente a la sociedad burguesa como lo veía Karl Marx en el siglo XIX y como lo ve, por razones opuestas, Mark Zuckerberg en el siglo XXI, sino que es una constante de la existencia humana con diversas posibilidades de transformarse de acuerdo a diferentes marcos históricos, sistemas políticos y económicos y tradiciones culturales. Ver aquí,  así como el libro de Rafael Capurro, Michael Eldred y Daniel Nagel: Digital Whoness. Identity, Privacy and Freedom in the Cyberworld. Frankfurt 2013. Ver aquí.

Sin esta diferencia entre lo público y lo privado la existencia humana o bien se masifica o se atomiza. La libertad de manifestar u ocultar quiénes somos es algo básico para un ser contingente que juega su vida con, para y a menudo contra otros, sin la seguridad de saber suficientemente ni de los otros ni tampoco del alcance de sus propias intenciones. Aquí está el error de la visión del homo oeconomicusanimal rationale) olvidando que tanto el saber sobre sí mismo como sobre los otros es siempre limitado y frágil. Esta contingencia y fragilidad son el fundamento de la libertad humana. Las “antropotécnicas” a las que alude el filósofo Peter Sloterdijk (op.cit) tienen que ver con formas y ejercicios de autoprotección tanto en el mundo físico como digital. Para ello es necesario tomar conciencia de que las reglas y normas éticas y legales son parte de “procedimientos inmunitarios” (Peter Sloterdijk, op.cit.) que han de ser cuestionados y adaptados permanentemente. Una moral o un sistema legal que se absolutice y no sea capaz de adaptarse a nuevos condicionamientos tecnológicos y sociales es tan letal como un sistema inmunitario biológico que no aprenda a hacerlo frente a los cambios del medio ambiente. En el caso de la existencia humana este saber y saber cuestionar es el tema de la ética así como de la filosofía política.

¿Cómo han sido las luchas por el poder en este mundo virtual y de información?

Como lo indicaba anteriormente, estamos recién al comienzo de las luchas de poder en la era digital que son semejantes a lo que fueron las luchas por el poder sobre la tierra en sociedades agrarias o feudales y a las luchas en la sociedad industrial, especialmente de los imperios coloniales basados además en el dominio de los océanos y del espacio aéreo. El así llamado mundo virtual sólo es llamado así desde la perspectiva de los mundos reales anteriores. Paradójicamente este mundo virtual es actualmente más real es decir que tiene poder sobre ellos. Algo semejante experimentamos, por ejemplo, con el cine, donde la creación de una estrella en la pantalla representa un mayor reconocimiento social y por tanto una mayor realidad que la persona física.

 

¿Es la digitalización un destino inevitable para la información hoy en día? ¿La información digitalizada pierde la ‘existencia’?

Creo que podemos hablar de la digitalización como de un evento fundamental en la historia de la humanidad comparado a la invención de la escritura o de la imprenta. Estos inventos, que a menudo están relacionados con descubrimientos, marcan una época y se manifiestan como ‘destino inevitable’ post factum, es decir que nadie los pudo prever sino que surgieron de un conjunto de factores contingentes. La información digitalizada y globalizada tiene un carácter ontológico diferente al de la información impresa o al de la escritura fijada en manuscritos o al de la trasmisión oral. Este es un tema complejo ya que toca la dimensión de la memoria individual y colectiva y la responsabilidad política de crear instituciones que garanticen la trasmisión de la cultura digital así como lo fueron y siguen siendo la bibliotecas, los archivos y las instituciones de enseñanza como escuelas y universidades en relación al medio impreso y a la trasmisión oral. Sobre esto ha investigado Régis Debray en el contexto de su ‘médiologie’.

 

¿Cómo ve Ud. el conflicto entre el acceso abierto a la información científica y tecnológica y la restricción a este tipo de información?

Si por ‘acceso abierto’ se entiende la posibilidad de publicar, por ejemplo, artículos científicos en revistas accesibles por ejemplo en bibliotecas públicas no veo un conflicto en tanto que los sistemas comerciales mediadores reciben la ganancia por su trabajo. Pero es claro que este sistema ha entrado en crisis con el advenimiento de la red digital en la que aparentemente la información es ‘libre’ en el sentido de que es ‘gratis’ y puede distribuirse sin necesidad de los mediadores clásicos. Si uno piensa que la información científica y tecnológica que se produce en instituciones estatales es pagada por la sociedad, es difícil de entender por qué estas instituciones tienen que comprar a un gran costo sus propios productos que pueden ahora hacer accesibles en sus respectivos sitios digitales.

Para resolver este conflicto entre el interés general de la sociedad y el interés individual tanto del autor como de los mediadores de su obra, resolviendo la paradoja de querer mostrar y ocultar al mismo tiempo, la época moderna creó ciertos mecanismos de protección como son el derecho de autor, la patentes y las marcas registradas. Estos mecanismos entran en crisis en un mundo digitalmente globalizado en el cual el costo del sustento material de la información y de su distribución es casi nulo comparado con lo que significa imprimir y distribuir con ganancia un texto. En los últimos años se han elaborado diversos modelos, como el Creative Commons (CC), para solucionar algunos conflictos de poder en este campo. También han surgido nuevas formas de producción y distribución de conocimientos utilizando las redes sociales, los blogs etc.

El problema ético que subyace a este debate es la idea de que la humanidad sólo puede subsistir si los procesos de conocimiento del mundo, que nos permiten crear nuevas condiciones de vida y mejorarlas, no estén bloqueados por grupos o monopolios que quieran sacar provecho a costa de lo que es común a todos. Esta es la “tragedia de los comunes” (Garret Hardin), es decir, el hecho de que mantener abierto el espíritu y el conocimiento humano y sus productos corre siempre el peligro de ser utilizado por grupos particulares a costa de los intereses comunes. La racionalidad individual entra en conflicto con la racionalidad social. Pero es claro que los problemas son diferentes a los que se plantean, por ejemplo, en el caso de la producción científica y tecnológica en compañías privadas al que se plantean los escritores y todos aquellos que viven de su producción literaria y artística. No tener en cuenta estos intereses legítimos de diversos grupos sociales con el argumento de que el conocimiento es libre y nos pertenece a todos, es un signo de ingenuidad filosófica y una pérdida de sentido de la complejidad del mundo humano con sus intereses y conflictos.

 

Usted dijo que la fascinación por los aspectos técnicos y digitales de la sociedad contribuyen a que perdamos de vista nuestra identidad en procesos de información que nos revelan y ocultan. ¿Puede explicar esto mejor? ¿Qué debemos hacer para mantener la atención en quiénes somos? ¿Y hay una diferencia entre quién somos y qué somos digitalmente?

Las TIC abren nuevos modos de ser-con-otros positivos y negativos. No somos los mismos antes que después de las TIC, y en este sentido ontólogico, las TIC, como toda tecnología, no son neutrales. Pero tampoco ellas nos someten inexorablemente a un futuro utópico o distópico siempre y cuando seamos capaces de reflexionar es decir de mirarnos a nosotros mismos y preguntarnos: ¿quién soy? ¿quién eres? ¿quiénes somos? ¿quiénes son? en el contexto de la era digital a fin de dejar emerger la diferencia entre ¿qué? y ¿quién? o entre autocomprendernos no sólo como algo sino como alguien, que es la diferencia ética. El conocernos y reconocernos como un quién y no sólo como un qué es el fundamento de una universalidad ética pluralista a la que me refería anteriormente. Este proceso de mutuo reconocimiento es la base para la creación de la identidad. Pero la identidad humana no es algo sustancial y fijo sino que aflora en forma contingente en el juego social a diferentes niveles y contextos y con diferentes objetivos (Ver Capurro, Eldred, Nagel, op.cit.). La reputación personal juega un rol preponderante a nivel social, político y laboral. (Ver International Review of Information Ethics IRIE 2013, Reputation in the Cyberworld). Lo que debemos hacer no es mantener la concentración en quienes somos real- y digitalmente, sino mantener la libertad para manifestarnos u ocultarnos en diversos contextos. Esta libertad está cada vez más amenazada y restringida e incluso, a veces, eliminada. Todo esto exige un debate ético, legal, político y económico.

La interacción social es de carácter lúdico. Carecemos de un saber absoluto sobre el mundo en su tri-dimensionalidad 'des-ocultante' espacio temporal y sobre nosotros mismos, tanto con respecto a los procesos biológicos como a la historia contingente de nuestras vidas. El juego social se caracteriza por la libertad de revelar u ocultar quién somos en diversos contextos. En la medida en que materializamos estas opciones en forma, por ejemplo, de datos digitales, corremos el riesgo de que otros manipulen nuestras identidades así fijadas. El 13 de mayo de 2014 el Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) otorgó el derecho a los usuarios de exigir a los buscadores que borren su información personal. Este derecho, bien entendido, no significa la imposibilidad de borrar algo que aconteció o, no menos imposible, de obligar legalmente a alguien que olvide algo de otro. Se trata de un derecho a borrar huellas digitales, es decir formas en las que un quién se revela y cosifica digitalmente como un qué. Naturalmente que esta posibilidad tiene sus límites debido a la relativa inescrutabilidad de dichas huellas en Internet.

 

¿Cómo es la relación entre los paradigmas físico, cognitivo y social de la información? ¿Podemos pensar que estamos todavía en el paradigma social?

Los tres paradigmas tienen su legitimidad y su sentido en tanto que permiten diversos tipo de análisis cuantitativos y cualitativos. Aunque se hayan dado históricamente en forma sucesiva no tienen que concebirse como un progreso que partiría de una visión materialista o fisicalista de la información, pasando por una visión cognitivista para llegar finalmente a la verdadera visión social. Hay elementos sociales en el paradigma físico ya que, por ejemplo, los datos bibliográficos almacenados en una computadora, tienen como referente a autores y comunidades. Lo mismo vale de los otros aspectos que están implicados en cada perspectiva aunque se haga abstracción de ellos. Estamos ‘todavía’ en el paradigma social en el sentido de que, por ejemplo, las redes sociales tienen gran relevancia para el intercambio de información. Pero, por otro lado, vemos cómo las grandes compañías digitales basan sus estrategias de mercado en la mayor acumulación posible de datos sobre los usuarios o clientes. Estos datos son físicos y digitales en el sentido de que están físicamente almacenados en grandes centros de computación. El usuario es para ellas el medio que les permite acumular su capital, si pensamos estas relaciones desde la perspectiva marxista es claro que lo que finalmente interesa es el capital y el poder que este capital proporciona a quienes juntan y evalúan los datos de o, mejor dicho, sobre los usuarios.

Visto así, vivimos en una economía capitalista cuya base es la información digital. Hay una correlación entre la acumulación de la información y la acumulación del capital. No creo que estemos todavía suficientemente preparados para un análisis crítico de esta situación histórica ya que el proceso de digitalización está en pleno desarrollo. Pero sí podemos ir acompañando este proceso con estudios críticos interdisciplinarios que muestren formas positivas y negativas del impacto del capitalismo digital en diversas sociedades así como a nivel global. Una crítica a lo que podríamos llamar informacionismo digital no significa concebir al fenómeno en cuestión como algo negativo sino ver sus hipertrofia, es decir, su '-ismo', en cuanto genere situaciones y procesos sociales y ecológicos insostenibles.

 

¿Cuál es la realidad histórica actual de la ciencia de la información?

Creo que seguimos concibiendo a la ciencia de la información (CI) como lo hacíamos en la década de 1970 cuando el foco de investigación estaba orientado hacia los procesos de tratamiento y recuperación de la información de datos (bibliográficos) digitales. La information science fue concebida como information retrieval science. Tanto las ciencias sociales como las ciencias de los medios de comunicación se ocupan hoy de muchos aspectos que pertenecen a la CI vista con una perspectiva más amplia que corresponde a la relevancia de la información en la sociedad actual. Un proceso de reformulación del objeto de la CI choca inevitablemente con barreras de tradiciones académicas. Por otro lado creo que en muchos países, especialmente en Brasil, la conciencia de la necesidad de dicho cambio está muy presente tanto en los estudiantes como en los profesores. Esto se ve en nuevas revistas académicas en este campo así como en congresos y foros tanto en el plano académico como político y social.

 

¿Qué necesitamos saber sobre el concepto de la información para contribuir al desarrollo de la ciencia de la información?

Creo que lo importante es aprender a percibir críticamente el fenómeno de la información en todos los ámbitos de la vida social. La CI es de carácter interdisciplinario, es decir que su perspectiva formal, el fenómeno de la información, tiene que buscar su correlato concreto en determinados ámbitos de la realidad. Esto implica una pluralidad de metodologías y también un estar alerta para la posible relevancia de la investigación en un determinado campo para otro campo aparentemente ajeno al mismo.

 

¿Cuál es su pregunta-clave de investigación hoy en día en la ciencia de la información?

Habiendo centrado mi investigación en la ética de la información, mi pregunta-clave es ¿cómo pensar una transformación del modo de ser-en-el-mundo del ser humano que pueda ser capaz de enfrentar los desafíos de la era digital sin dejarse reducir en sus posibilidades de ser a aquellas abiertas por esta tecnología? La pregunta puede formularse también así: ¿qué significa ser humano en la era digital?

 

¿Por qué dice Ud. que el concepto de información debe estar relacionado con otros conceptos, como el de documentación y el de los medios de comunicación?

Ningún concepto existe aislado sino que está conectado en una red de relaciones semánticas y pragmáticas, es decir, en diversos “juegos de lenguaje” (Wittgenstein) y lo importante es prestar atención a dichos juegos para ver los fenómenos en cuestión. En el caso de la información hay relaciones evidentes enraizadas en una historia de este concepto con la documentación y los medios de comunicación. Dichas relaciones van más allá de los fenómenos que surgen en la era digital. Es importante entonces hacer un análisis “genealógico” en el sentido que dan Nietzsche y Foucault a este término para ver cuáles han sido las transformaciones que no son sólo conceptuales sino existenciales.  (Ver aquí)

 

Muchos estudios se refieren al tema de la información, pero sin utilizar este término. ¿Puede esto ser perjudicial para la investigación y el pensamiento en este campo?

Todo lo contrario. No creo que el no uso de un término sea algo necesariamente perjudicial para la investigación y el pensamiento. Puede ser un síntoma de que algo ha cambiado en la percepción de un fenómeno. A veces el no usar voluntariamente un término puede ser una estrategia para evitar un determinado juego semántico que oscurece justamente algo que se quiere hacer resaltar. Personalmente percibí esta necesidad cuando busqué un término correspondiente al de información en la antigüedad greco-latina y me topé, por así decirlo, con el fenómeno del mensaje y con el término griego ‘angelia’. Esto lo percibí en mi tesis de doctorado publicada en 1978 (Ver aquí) Pero fue muchos años más tarde que pude esbozar lo que llamo ‘angéletica’ o ‘teoría de los mensajes/mensajeros’ (messaging theory) que me llevó a una tarea interdisciplinar y a la publicación de R. Capurro y John Holgate (Eds.): Messages and Mesengers. Angeletics as an Approach to the Phenomenology of Communication, 2011. Creo que es apropiado decir que vivimos en sociedades de mensajes (message societies) y que este término no es idéntico al de sociedades de la información y la comunicación aunque se impliquen mutuamente.

 

¿La información tiene necesariamente un compromiso con el conocimiento, y viceversa? ¿Tiene la información necesariamente una función social?

Creo que lo explicitado en las preguntas anteriores muestra claramente que la información vista como un fenómeno humano está relacionada íntimamente a los procesos de conocimiento y tiene una función social. El sociólogo Niklas Luhmann lo expresa en forma muy concisa y clara cuando dice que el fenómeno de la comunicación, que para él no se reduce a los procesos psíquicos humanos, consta de tres dimensiones, a saber una oferta de sentido que el llama “Mitteilung” (= información), una selección de sentido, que él llama “Information” (=información), y una integración de dicha selección en el sistema que la realiza y que él llama “Verstehen” (comprensión) (Niklas Luhmann: Sistemas sociales, 1992). Lo interesante en este esquema conceptual es que los términos “Mitteilung” e “Information” en el alemán corriente son sinónimos. Luhmann opera con una diferencia conceptual que es al mismo tiempo una diferencia terminológica. Este es un caso interesante para estudiar cómo el lenguaje diario puede dar que pensar y llevar a nuevas conceptualizaciones y teorías que muestren fenómenos que, como en este caso, por utilizarse términos que son considerados como sinónimos, no son percibidos en su especificidad. Es justamente el concepto de “Mitteilung” en sentido de mensaje el término y concepto que yo buscaba cuando me preguntaba cuál era el equivalente del término actual ‘información’ en la tradición griega (angelía) y latina (notitia) . Hay por tanto una diferencia entre mensaje e información y la CI debería ser consciente de esta diferencia e integrarla en su objeto de estudio.

 

¿Está Ud. de acuerdo en que la ciencia de la información, si bien trata bastante sobre las relaciones existentes en el modelo de producción capitalista, explora poco los conflictos religiosos y la información teológica, a pesar de que estos pertenecen a la esencia del desarrollo social y humano en el capitalismo?


Creo que hay una relación fenomenológica muy íntima entre información, capital y religión. El hecho de que el fenómeno religioso no haya sido tematizado suficientemente por la CI muestra, una vez más, la necesidad de un cambio paradigmático. Tanto las religiones como su sustituto moderno, el capital, tienen ambiciones universales de salvación que se basan en lo que podríamos llamar un mensaje fuerte es decir en algo que implica una entrega existencial individual y colectiva basada en textos sagrados, ritos, promesas etc. Las deudas de capital, que eran antes deudas teológico-morales, son actualmente deudas de información y tienen a menudo un carácter casi-sagrado al que hacen alusión, por ejemplo, los políticos cuando quieren fundamentarlas en los derechos humanos o en la constitución. Pero estas relaciones entre dios, información y capital son evidentemente más antiguas que sus formas modernas y sus expresiones actuales en la era digital. En este sentido, la CI tendría que buscar sus raíces por ejemplo en la crítica platónica a la escritura o en la cultura egipcia y babilónica por citar algunas fuentes de la civilización occidental que están a su vez relacionadas con las culturas del así llamado ‘Lejano Oriente’ (Ver aquí). Es por eso que creo que el diálogo intercultural sobre reglas, costumbres y valores que subyacen a diversas prácticas comunicacionales a través de los siglos es algo fundamental para comprender nuestras sociedades de mensajes. Llamo a este campo de investigación ética intercultural de la información.

 

¿Podemos considerar que la ciencia de la información en su aspecto académico, actúa, en primer lugar, a nivel filosófico?

Yo diría que lo que está ausente en la CI es justamente el pensamiento filosófico que es visto como algo marginal o superfluo frente a los métodos sólidos tomados de la informática o de la matemática. Digo esto sin ningún menosprecio por estas disciplinas que tienen sus raíces también en la filosofía occidental y que están en la base de la sociedad tecnológica actual. Pero justamente por estar en la base es preciso pensarlas, es decir, cuestionarlas filosóficamente lo cual es también una tarea ética.



Agradecimiento


El autor agradece al Prof. Oscar Krütli (Provincia de Córdoba, Argentina) por sus correcciones y comentarios.


Últimos cambios: 10 de julio de 2017




     

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